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(Repost) #31 Ser cool y científico: Daniel Kahneman

In memoriam Daniel Kahneman (05.03.1934-27.03.2024)

Publicado: 2024-04-01

En el siglo XVIII el filósofo escocés Adam Smith se entregó a la tarea de sistematizar una serie de conceptos que hasta entonces se habían utilizado empírica y vagamente. Así, definió la producción, el precio, la oferta y la demanda, y con ello el comercio, la competencia y el mercado. Aquella arquitectura conceptual, inspirada en la ilustración, se basó en dos parámetros absolutos: el racionalismo -que toda decisión era racional- y el egoísmo -que cada quien buscaba su propio beneficio-, lo que resultó muy conveniente con los tiempos que corrían, la revolución industrial se imponía como modo de producción dominante.

El tiempo le atribuiría la paternidad de la ciencia económica a Smith, y los conceptos y leyes que acuñó se convirtieron en norma y hasta en dogma para algunos, quienes creían que podían interpretar el funcionamiento de las sociedades con ellos. Para el siglo XX Marx, Keynes, von Hayek y Friedman le elaboraron constructos y matematizaron, intentando subvertirla y manipularla, eso sí, sin dejar de creer en aquellos parámetros de racionalidad y egoísmo.

Sólo a fines del siglo XX tales premisas han sido cuestionadas con la aparición de la economía del comportamiento. El psicólogo Daniel Kahneman, quien tuvo un rol preminente en ello, ha resumido maravillosamente su leitmotiv: (…) ocurre que las personas son infinitamente [más] complicadas e interesantes.

Kahneman nació en una familia judía que tras la segunda guerra mundial debió dejar Europa para refugiarse en Palestina poco antes de la fundación del estado de Israel. Tras licenciarse en psicología y matemática en Jerusalén, se doctoró en Berkeley, y poco después su presencia se hizo habitual Harvard, Cambridge y Stanford. En los 1980s y 1990s, junto con Amos Tversky, Kahneman edificó en sucesivos artículos su teoría sobre la toma de decisiones en situaciones de incertidumbre, que sistematiza la heurística (mecanismos simplificados de toma de decisiones) y parcialidades (perturbaciones involuntarias en tales decisiones), en los que los humanos solemos incurrir inconscientemente.

Las contribuciones de Kahneman son fundamentales para rebatir la premisa de que las decisiones humanas son sobre todo racionales. Más bien, que en la vida diaria nuestras acciones se alejan de lo probable y por tanto no pueden predecirse, lo que nos aleja del Homo economicus que los economistas se habían obstinado en erigir como arquetipo moderno. A partir de ellas, el paradigma de la investigación económica han de mudarse de una parametrizada, a otra atenta a variables sociales y psicológicas. Las preguntas de cuánto y en qué medida, se inclinan a las de cómo y por qué. Por ello, en 2002 Kahneman recibió, junto a Vernon Smith, el premio Nobel de economía. Poco después publicaría el sumario de su trabajo Pensar rápido, pensar despacio, que expone cómo el cerebro opera invocando a dos sistemas distintos según le conviene: rápida e intuitivamente o lenta y racionalmente.

Sorprendentemente, Kahneman recibió el Nobel por una fracción de su trabajo, su larga biografía académica ha generado numerosas teorías e hipótesis, que cubren temas como la felicidad, las ilusiones o la memoria. En el 2021, ya con 87 años, produjo su teoría del ‘ruido’, que identifica y lista factores que hacen que nuestro entendimiento y juicios diverjan, otra vez, más allá de lo predecible.

La próxima vez que nos detengamos frente al semáforo en rojo y vayamos a votar, sabremos que lo hacemos utilizando ‘distintos’ cerebros. Sabremos también por qué preferimos no perder 100 a ganar 100 y por qué todos creen que serán felices yéndose a vivir al Caribe. Y sabremos, gracias a Kahneman, que las razones para todo ello son contrarias a las que te darían tu candidato, tu banquero y tus amigos

¿Cool no es así?


Escrito por

daniel callo-concha

Científico profesional y divulgador aficionado www.danielcallo-concha.com


Publicado en

2 min desde la ciencia

Columna de análisis quincenal: La mirada de un científico en 500 palabras (un lector medio lee 250 palabras por min)